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La paradoja digital: textos humanos marcados como IA y las claves para proteger tu voz


Hay momentos en los que los detectores de IA fallan estrepitosamente. No por maldad, sino porque siguen buscando certezas en un territorio —la escritura humana— que siempre ha sido un caos hermoso. Aquí te cuento los escenarios donde más se equivocan… y cómo esquivar esos falsos positivos sin dejar tu estilo en la puerta.

Cuando escribes demasiado bien

Sí, así de absurdo. Un texto fluido, sin repeticiones, con frases equilibradas y un ritmo que parece coreografiado, suele disparar alarmas. Los detectores asumen que esa limpieza sólo puede venir de un modelo de lenguaje. No conciben que alguien con oficio —tú, por ejemplo— pueda lograr precisión sin sacrificar naturalidad.

Cuando usas estructuras “predecibles”

La introducción clara, desarrollo ordenado, cierre contundente. Justo la arquitectura que enseñamos en talleres de escritura, es la misma que las IA producen por defecto. Por eso, cuando un texto tiene demasiada simetría, el detector se pone paranoico.

Cuando escribes temas muy comunes

Educación, productividad, tecnología, bienestar emocional, reseñas. Son territorios tan recorridos que los detectores los consideran “zona caliente” para la IA. Vayas por donde vayas, ya hay mil textos parecidos generados por modelos. La máquina no evalúa la mirada; evalúa la coincidencia de patrones.

Cuando tu vocabulario es amplio pero consistente

Si usas palabras exactas, sin divagar y sin añadir ruido innecesario, el detector puede leerlo como “demasiado perfecto”. Para ellos, la belleza disciplinada es sospechosa.

Cuando escribes en un español neutro

Las IA suelen usar un español globalizado, sin regionalismos marcados. Si tú, por decisión estética, eliges ese mismo tono, las probabilidades de que te marquen aumentan.


Entonces… ¿cómo evitar falsos positivos sin destruir tu estilo?


Aquí la clave no es “ensuciar” la prosa, sino devolverle esos microgestos que delatan humanidad. Esos rasgos que tú manejas con la muñeca suelta.

✔ Incorpora cadencia humana, no ruido

Cambia el ritmo con frases breves entre ideas más extensas. Ese vaivén es difícil de replicar para una IA, pero natural para quien piensa mientras escribe.

✔ Introduce ligeras imperfecciones elegidas, no descuidos

Una pausa inesperada, una reflexión intercalada, una digresión breve. No errores: humanidad.

✔ Usa metáforas propias

Las IA hiperreciclan metáforas. Si la imagen poética nace de tu experiencia —calles, infancia, afectos, silencios—, ningún detector puede clasificarla con seguridad.

✔ Juega con la temperatura emocional

Un gesto irónico. Una duda colocada con cuidado. Un matiz afectivo que no está ahí para adornar, sino para revelar perspectiva. Esas fluctuaciones emocionales siguen siendo nuestro territorio.

✔ Integra marcas regionales suaves

No para convertir el texto en un regionalismo per se, sino para recordar que fue escrito desde un cuerpo, un territorio, una historia. Un ándale, un híjole, un ni modo, usados con intención, pueden desactivar la lectura algorítmica sin romper tu elegancia.

✔ Añade contexto experiencial

Una frase que conecte con una vivencia real:
“Me pasó hace unos años…”
“En una redacción donde trabajé…”
Las IA pueden simularlo, pero los detectores lo interpretan como una huella humana.

Al final, la recomendación mayor es esta:

No escribas para esquivar al algoritmo; escribe para que quien te lea pueda reconocerte incluso en la oscuridad. Si la prosa lleva tus marcas —ritmo, mirada crítica, sensibilidad de género, oficio narrativo— ningún detector podrá borrarlas del todo.

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