Hay frases que se vuelven comodines, excusas disfrazadas de lógica. “Pero me entendiste, ¿no?” es una de ellas. Parece inocente, hasta razonable. Sin embargo, detrás de esas cuatro palabras hay una trampa peligrosa: la idea de que lo importante es comunicar algo, aunque ese algo esté mal escrito, confuso o cargado de errores que no sólo afean el mensaje, sino que lo sabotean.
En este blog, te voy a contar por qué defender la ortografía no es un capricho de puristas, ni una manía de abuelitas con diccionario en la mano. Es, más bien, una forma de respetarnos: a quienes escribimos, a quienes leen, y al lenguaje que usamos para habitar el mundo.
La ortografía no es decoración, es estructura
Imagina que vas a una entrevista de trabajo con una camisa arrugada, el pantalón manchado de café y los zapatos sin abrochar. “Pero soy buenísimo en lo que hago”, podrías decir. Y quizás lo seas. Pero tu presentación ya dijo algo de ti… sin que hablaras.
La ortografía funciona igual. Es tu carta de presentación, tu envoltorio profesional, tu manera de decir “esto me importa”. Porque si ni siquiera te tomas el tiempo de revisar cómo se escribe “haber” o “a ver”, ¿por qué debería alguien tomarse el tiempo de tomarte en serio?
Escribir bien es pensar bien
Escribir con corrección es más que poner tildes o saber cuándo usar la “c” o la “s”. Es una manera de ordenar tus ideas, de afinar tu pensamiento, de comunicar con precisión. Cada coma, cada punto, cada palabra bien elegida construye una ruta clara para que el otro llegue exactamente al lugar que tú querías mostrarle.
Decir “pero me entendiste, ¿no?” es como confesar que no te interesa si el mensaje fue claro, completo o eficaz. Es aceptar un margen de error como norma, y eso –en un mundo saturado de información– no es solo negligente: es contraproducente.
La ortografía también es poder
No exagero. En un país donde muchas personas enfrentan barreras de clase, idioma y acceso a la educación, dominar la ortografía puede ser una herramienta de movilidad social. Saber escribir bien abre puertas, genera confianza, y te coloca un paso adelante en entornos académicos, profesionales y hasta afectivos.
Es una forma de visibilizar tu voz con legitimidad. Porque cuando escribes con claridad, tu mensaje no se pierde entre signos mal puestos o palabras mal usadas. Tu argumento se vuelve más potente. Tu historia más creíble. Tu causa más contundente.
Ortografía y comunicación responsable
Como comunicólogo, he aprendido que escribir bien no es un lujo: es una responsabilidad. Especialmente si quieres incidir en la conversación pública, contar historias que importen o construir narrativas con impacto. Un texto con errores puede desinformar, confundir o restar seriedad a temas urgentes.
Por eso, en medios que apuestan por la información de calidad como MX Vive, el cuidado del lenguaje es parte de su ética profesional. Porque informar bien también implica escribir bien.
No se trata de ser perfecto, sino consciente
Ahora bien, nadie está exento de equivocarse. Yo mismo me tropiezo con alguna tilde de vez en cuando. Pero una cosa es errar… y otra es no intentarlo. Una cosa es equivocarse… y otra muy distinta es justificar la mediocridad con un “me entendiste, ¿no?”.
Porque, sí, quizás te entendí. Pero eso no significa que hayas comunicado con calidad. Ni con respeto.
En resumen
Defender la ortografía no es ser payaso, es ser profesional. Es tomarte en serio. Es demostrar que tu mensaje merece ser leído, compartido y recordado. Y sobre todo, es reconocer que el lenguaje importa. Porque con las palabras no solo escribimos textos: construimos realidades.
Y tú, ¿ya revisaste si lo que escribes comunica lo que quieres decir… o sólo lo que se puede entender “más o menos”?
¿Te gustaría que tu contenido llegara a más personas en redes sociales de la manera correcta? ¿O necesitas una revisión de textos para tu marca? Escríbeme. Estoy aquí para ayudarte a pulir tus ideas hasta que brillen con claridad.
0 Comentarios